Un hombre llegó a las puertas del cielo, al abrir, san Pedro le dijo: sigue hijo mío, pero enseguida el hombre soltó en llanto y abrazándolo dijo:
Sé que sonará injusto lo que voy a decirte, pero cambiaría la vida eterna por un instante en la tierra; miraría la paz de la luna en las noches y la calidez del sol cada mañana. Dormiría menos y disfrutaría más de cada instante, diría todo tal y como pienso, aunque eso causara algún enojo. Abrazaría con fuerza a mis seres queridos, soñaría despierto todo el tiempo, me preocuparía menos por mi aspecto y más por los demás. Escucharía a los niños y a los ancianos y tendría siempre un minuto para ayudar, amaría con intensidad y mis lágrimas serian de alegría, cambiaría la rabia por sonrisas; cantaría todo el tiempo, aunque no alcanzara tono alguno. Disfrutaría del campo, del vuelo de las aves…San Pedro si tan solo tuviera un instante más agradecería cada día a Dios por haberme dado ese instante.
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