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Llegan dos hombres al cielo y antes de dejarles entrar, San Pedro pregunta que hicieron en vida.
Uno de ellos contesta: fui un empresario adinerado, tuve cientos de trabajadores, construí escuelas, colegios, restaurantes; publique libros, dicté conferencias y emprendí muchas otras empresas.
-Puedes seguir hijo mío-invitó este.
-¡Como es posible que dejes entrar a un hombre rico como ese!-Reclamó el otro hombre con tono airado. Mientras que yo viví una vida humilde, ayune, fui un hombre callado y discreto, respetuoso de la ley, asistí a la iglesia cada día.
-Te diré por qué-irrumpió San pedro- mientras ese hombre ayudo a miles, tú no te ayudaste ni a ti mismo.
Nuestras acciones se hacen notables, cuando benefician a otros.
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