Imagen tomada de: http://mil-paisajes.blogspot.com/2011/09/paisajes-del-mar.html (© del autor) |
Alegrías y tristeza, risas y llanto que parecen ajenos, cuando los días acometen cubrirlos con su manto o cuando el cofre donde guardamos ese tesoro de recuerdos, es dejado en el olvido por gracia del trasegar constante de la vida. Empero, más temprano que tarde tornamos recelosos a ese pequeño baúl que esconde secretos, sueños y júbilos de antaño, y pronto nos damos cuenta que buena parte de nuestra existencia esta ceñida a ese espacio. Entonces, la flor marchita renace con su otrora candidez y aroma embriagador, y saboreamos de nuevo la fruta de un pasado pleno que se torna vívido ante nuestros ojos. La partida muta en regreso, la lejanía se hace proximidad y el corazón compungido se entusiasma de regocijo; del saber que aquel tesoro sigue intacto, que el afecto sigue siendo afecto y el recuerdo permanece indemne.
Los momentos y caminos transitados, la familia, los amigos, la escuela, el colegio; la universidad, el trabajo, la boda, el nacimiento, el reencuentro. La despedida, el paseo, el viaje, la fiesta, la agonía; la culpa, la rabia, el perdón, la llegada y la salida. Tantos eventos ocurren a lo largo de nuestro paso por el mundo y de tantas maneras nos relacionamos con ellos, que como en cualquier tesoro, acertaremos algunos con mayor valía. Y es que aquello que llamamos remembranzas, es en realidad el proceso mismo que nos ha definido, el camino que nos ha moldeado y enseñado; el envite que nos ha llevado a reordenarnos constantemente, bien sea por infelicidad o alegría. Los recuerdos dependen en buena parte de la huella emocional que han dejado en nosotros, algunos de ellos se fijan con firmeza en la memoria, haciéndose indelebles, corriendo cada tanto por nuestro sistema; trayecto consigo remembranzas o nostalgias.
De algún modo nuestros recuerdos nos acompañan por siempre, jamás mueren aunque creamos haberlos olvidado, puesto que cada uno ha dejado su grafía inscrita en nuestro cerebro; nos ha enseñado, nos ha moldeado y convertido en personas distintas. Los miedos que una vez enfrentamos y nos hicieron fuertes, las decisiones que tomamos y nos condujeron a el sitio en el cual estamos; las noches en que contemplamos las estrellas que hoy ni siquiera vemos, pero que siguen ahí en algún lugar del universo.
Cada nuevo día, cada comienzo va dejando atrás un nuevo y valioso tesoro que guardas en el cofre de tu mente.
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