En el proceso de la comunicación encontramos un emisor: la persona que nos habla, y cuyo mensaje viaja a través de un camino tripartito:
1) La información transmitida, es decir el mensaje en si mismo.
2) El canal de comunicación utilizado, como ejemplo: las ondas de aire, un email, el teléfono móvil, entre otros.
3) Y el código, que no es otro que ese conjunto de normas y símbolos que conocen previamente emisor y receptor, a quien finalmente debe llegar el mensaje.
Todo esto dentro de un contexto, que viene a ser la situación misma, en la cual la comunicación se desarrolla.
Pero mas allá de los conceptos, comunicarnos y saber hacerlo, es fundamental para una especie social como la nuestra. En sentido literal, hablar, comunicarnos; abarca un significativo porcentaje de nuestra vida, a todo lo largo de ella. Por tanto, es importante saber dirigirnos a otros; generar empatía, y desarrollar adecuadas habilidades de comunicación, tanto en el pequeño círculo de nuestra vida privada, como en circunstancias sociales.
Hablar, es tener contacto con otro ser emocional, establecer un vinculo; transmitir una información, la cual, poseemos, consideramos, o cuestionamos. La finalidad de hablar con otros, es lograr que las personas entiendan nuestro mensaje, lo digieran de la mejor manera; lo perciban de idéntica forma como lo hacemos nosotros. Lo cual a veces resulta bastante arduo de conseguir.
La capacidad de hablar encierra dentro de si una serie de características, que facilitan la forma en que se expresa el mensaje: la entonación de la voz, el refuerzo gesticular, la firmeza; la postura, el complemento de otros sentidos, como la visión, el tacto, y la respiración.
Sin embargo, contrario a lo que muchos piensan; la preponderancia de la comunicación verbal es de solo un veinte a un treinta y cinco por ciento, de la forma en que hablamos. El resto del tiempo lo hacemos eficazmente, por medio de gestos no verbales; tales como: el lenguaje corporal, postura, expresión facial, contacto visual; la comunicación a través objetos, la forma en que vestimos, nos peinamos, por gustos o gráficos.
Lo importante no es hablar y escuchar, es saber hacerlo. Cuando estamos más pendientes de nuestra propia voz, y de la imposición de nuestras ideas; empieza a perderse la esencia misma de la comunicación, desapareciendo el compartir por el imponer. La mayoría de nosotros tiene la capacidad de oír, que básicamente, es la habilidad de los órganos de equilibrio y audición para percibir señales, y vibraciones. Como también poseemos la capacidad de hablar y transmitir un mensaje. Sin embargo, la habilidad del lenguaje debe ser primordialmente activa, dando sentido y profundidad a lo que se dice o escucha; acertando dentro de ello sentimientos, emociones e ideas implícitas en los vocablos.
Dentro de la comunicación debe haber una adecuada disposición psicológica, tanto del emisor como del receptor; manifestando un dialogo provisto de retroalimentación. No caer en distracciones o divagaciones, puesto que la comunicación tiende a iniciar en un punto alto, que va descendiendo a lo largo del mensaje; es por tanto necesario luchar contra esta tendencia, tomando elementos de la conversación que puedan resultarnos relevantes. Interrumpir lo menos posible, no emitir juicios de valor hasta que nuestro interlocutor haya concluido, o realizado una pausa que lo permita; no precipitarse ni asentir o denegar a mitad de un enunciado.
Procurar siempre percibir los motivos del otro, sus sentimientos y necesidades; asumir la carga de entender lo que nos dice. Ser empático, sin necesidad de tomar partido, verificar a través de afirmaciones, si estamos entendiendo claramente el mensaje; emitir frases de refuerzo cuando sea necesario, y mostrar al final de la charla, nuestro grado de comprensión respecto del mensaje.
En lo posible ser concreto, ver a los demás en función de lo que hacen, no de lo que son, ese es un atributo que solo Dios, tiene. Hablar sobre temas concretos, sin llegar a un collage de conceptos, opiniones o reclamos; deshacerse de emociones negativas. Dejar el pasado donde está, a menos que sea para utilizarlo como referencia positiva. Ser concreto en el mensaje que se quiere enviar, sin ambigüedades o vacíos; dejar de lado las generalizaciones, y las verdades absolutas, no extenderse mas allá de lo necesario, no abusar de la comunicación no verbal: manoteos, miradas, gesticulación facial y controlar el tono de voz en un término medio.
¿Y tú, sientes que te comunicas bien?
Germán Camacho López
Germán Camacho López
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