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Llegó a un pueblo un día, un joven sucio, sediento, con sus ropas raídas; al verlo todo el mundo cerró sus puertas. Tocó en todas ellas pidiendo un poco de agua, petición a la cual todos se negaron. Así, el exhausto joven siguió su camino hasta el pueblo siguiente, donde encontró un anciano que al verlo en esas condiciones lo invitó a su casa y le brindó un poco de agua y comida. El joven luego de descansar un poco, preguntó al hombre cual era el camino hacia el palacio, ya que él era el hijo del rey, quien había llegado de tierras lejanas y como no conocía el lugar se había extraviado. El amable anciano lo llevó entonces hasta el palacio y años después cuando el joven se hizo rey, le nombró caballero.
La solidaridad, puede traerte beneficios inesperados.
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