Un hombre sabio había vivido ya mucho tiempo y sentía que la fecha estaba cerca; así que apostó a Dios, que si le prolongaba la vida quinientos años; el prometía no estar triste ningún día. Dios convencido que no podría cumplir esa promesa, aceptó. Pasaron los años y el hombre cada día sonreía; sus parientes partieron, el clima cambió, vinieron nevadas, desastres, guerras y el hombre seguía sonriendo, entretanto, Dios extrañado se preguntaba como podía no estar triste.
Pasaron siglos y el hombre seguía siendo feliz; la humanidad avanzó, la modernidad llegó, los conflictos iban y venían.
Hasta que un día Dios decidió preguntar como era posible que siguiera sonriendo. A lo que el hombre contesto:
-Yo, al igual que tú jamás me canso de ver lo maravilloso que has creado y sin duda, sé que también tú tienes la misma sonrisa.
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