Un día en que nada parece salir como esperabas, llegas a tu casa te lanzas sobre el sofá y das un repaso por las mil y una cosas que debes solucionar, y de pronto, un pensamiento llega como el dulce bálsamo para solucionar tus agobios y lograr ganarte una sonrisa. En tu mente vuelves a ser un niño, de repente te encuentras sumido en aquella época feliz y libre de tribulaciones; aquel tiempo de inocencia en que los “problemas” siempre parecían ser más pequeños que ahora. Tan chicos como nosotros mismos.
Si, ¡Que remembranzas aquellas! De tardes de verano jugando a las escondidas o reunidos con los amigos en el jardín jugando a la pelota. Días de sol o invierno sin angustias ni resacas distintas a las generadas por el exceso de golosinas; después de los correteos al vendedor de algodón dulce, manzanas acarameladas, el ponche o la melcocha. Volver al calor del salón familiar tomados de la mano de mamá y esperar a papá para contarle todas las aventuras vividas durante el día. Acostarnos con una sonrisa luego de encomendarnos a Dios y al ángel de la guarda. Afrontar con valentía el primer día de escuela, conocer nuevos amigos, y emprender nuevas tareas, para volver agotados a casa con las primeras preocupaciones que apenas emergían entre juegos, risas y los nacientes amores. La simpleza de vivir nos hacia sentir afortunados; llenar el álbum de figuritas, animales o futbol era todo un reto y la navidad siempre parecía más lejana que ahora, donde el tiempo pasa volando. Divertirse era tan económico, cuando no existía en nuestra cabeza lujosos sitios ni vestidos caros, paseos de vacaciones al extranjero o cuotas inmobiliarias; el mundo parecía terminar en la tienda del barrio o en casa de la abuela. ¡Que época irrepetible de la vida! Cuando éramos nenes y los adultos eran quienes tomaban decisiones y cargaban con inquietudes, mientras, nosotros podíamos seguir jugando a ser superhéroes, levantar un castillo de arena y salvar a los demás en el juego del escondite con un simple: ¡Por mí y por todos mis amigos!, cuando las únicas guerras se peleaban con globos llenos de agua, y un helado era suficiente para levantar el ánimo, cuando conseguir avanzar tres pedaleadas en la bici, era como haber ganado el tour de Francia.
Cuando te sientas así, simplemente, recuerda aquella época, mírala sin reparos dejando que se lleve tu rutina. Recuerda que aún hoy sigues siendo ese niño que creció un día, pero dentro de ti habita la inocencia, la valentía y la confianza para entender que el mundo es un gran patio de juegos.
Germán Camacho López
Germán Camacho López
Auch!!! Hace mucho tiempo que no recordaba todo eso...
ResponderEliminarY es cierto que con la rutina, los problemas, etc. te olvidas de todos esos momentos de la infancia.No pude evitar reir al acordarme de ese:
"UN, DOS, TRES POR MI Y POR TODOS MIS AMIGOS" jajajajaja.
Me gusta la idea de seguir siendo niña!!!
Genial!! :)
Lo importante es seguir disfrutando el mundo con la naturalidad que lo hacen los niños, en el fondo, todos conservamos un poco de aquellos años infantiles. Un gran abrazo.
ResponderEliminarSimplicidad... Sencillo y que difícil es lograrlo a veces.
ResponderEliminarSaludos!