Disfrutar del aroma de una flor, escuchar el sonido de las gotas de lluvias en un atardecer, deleitarse con las mixturas de una deliciosa cena, observar un maravilloso atardecer y rozar la suavidad de una piel, es la manera como nuestros sentidos nos muestran el mundo que nos rodea, nos enseñan a conocerlo e integrarnos en el, a entender su forma y variaciones. Por medio de ellos construimos un mundo mental de diferenciaciones dentro de una misma realidad. Pero más allá de esto, los sentidos en su conjunto nos conducen por un camino en ocasiones intangible, tan sutil y extenso que sus confines traspasan el entorno que conocemos. Es el mundo de las sensaciones, de lo impredecible, una dimensión sensorial que fluye a lo largo de la vida, que afecta nuestra mente e intelecto por medio de estímulos que trascienden al ejercicio de la cotidianidad, del enfrentar y resolver tareas utilizando las herramientas tradicionales. Más allá de los sentidos se erige un mundo inmaterial pero tan real como el saborear, palpar, oler, mirar y respirar. Un mundo cuya dimensión es ligera pero extensa, en la justa proporción de la complejidad humana. Un lugar de sensaciones, emociones y sentimientos que afectan nuestra cotidianidad y es la experiencia, las vivencias y la predisposición a comunicarnos con nosotros mismos, aquello que nos permite relacionarnos de forma eficiente con aquel plano que trasciende a lo que conocemos y asumimos. La capacidad de ser influenciado de manera positiva por cada evento sin medidas cuantitativas ni cualitativas, la agudeza para sabernos parte de un todo que puede ser percibido, asimilado e influenciado por cada uno. La entereza para afrontar nuestros actos, la firmeza para desdeñar el miedo, la capacidad para entender la oportunidad siempre dispuesta. Tener el conocimiento de este sentido como sumatoria de nuestras demás habilidades, nos brinda la oportunidad de mejorar nuestra vida, adquirir un mayor conocimiento de nosotros mismos y el entorno, de las personas, las causas, los efectos, las decisiones acertadas. Nos encamina por el sendero del éxito, la satisfacción, la felicidad como componente integral de la existencia, al mismo tiempo que nos protege de las adversidades y los embates del destino, proporcionando un filtro adecuado para cada suceso. Enseñándonos que todo evento es relativo desde la propia interpretación que hacemos ajustados a nuestro juicio.
Adquirir nuevas destrezas y ampliar nuestros conocimientos, debe ser una tendencia continua, valorada y motivada todo el tiempo. Aprender es hacerse fuerte, favorecerse a si mismo, ampliar los horizontes, y tomar la llave de las oportunidades. Por tanto, debemos automotivarnos en el conocimiento y al mismo tiempo motivar a otros. Cuando una persona tiene contacto con nuevos procesos, aplicaciones, materias y formas de hacer las cosas; su interés por aprender se fortalece, es un ejercicio que se torna en el más saludable de los hábitos. Sentir pasión por el conocimiento es una virtud que nos hace crecer como personas; tornándonos motivados, persistentes, desafiantes y positivos. Nos conduce a entender el aprendizaje como una útil herramienta para la resolución de conflictos. Sin duda, los beneficios se hacen evidentes cada vez que aprendemos algo nuevo, ya sea social, laboral o académicamente. El mundo es una amalgama de experiencias y para tomar el camino de estas, es convenien
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