Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de 2017

Aprender a ser valiente

A veces la vida te romperá el corazón de formas inimaginables, sentirás miedo, soledad, vas a querer gritar al cielo por haberte abandonado, pensarás que todo es injusto. Aún así tendrás que levantarte y seguir, para eso estás aquí. Llorarás muchas veces, creerás que nada tiene sentido, que el mundo no es un lugar bueno. Pero vas a levantar la cabeza y seguir; porque se trata de ti, solo de ti, no de quienes hay a tu alrededor ni del amor o compañía que te brinden, entenderás que quienes están hoy quizá mañana ya no estén. Y si, sentirás una profunda tristeza, un indescriptible dolor. Tus ilusiones rotas, el mundo que creaste en tu mente hecho pedazos. Sentirás enojo, frustración, culpa, ganas de rendirte, pero tendrás que afrontar los golpes y seguir adelante. Volver a unir las piezas de ese corazón roto. Confiar de nuevo en las personas, ilusionarte, amar otra vez, creer otra vez. A pesar del dolor habrás aprendido a nadar contracorriente, a enfrentar el miedo, a ser más fuerte, per

Sé feliz, sé libre.

No pretendía que lo entendiera. Con el transcurrir de los días el dolor se sentía como un golpe seco en el pecho. Pero vislumbraba en ella la valentía para salir avante. Tampoco pretendía que otros concibieran que no estaba en mi la clase de amor que ella reclamaba; no porque su forma de amar o la mía fuera la correcta, simplemente, éramos diferentes, cual  si viniéramos de esferas disimiles. Y a pesar de haber depositado mi confianza en ello, el tiempo demostró con una dureza glacial que, más allá de los múltiples esfuerzos, no sería en esta vida donde acertaríamos un punto de encuentro. Ella debía continuar, encontrar el amor, la clase de amor que anhelaba. El calor, la candidez y la ternura ajenas para mí. Era joven, tenía la fuerza, la belleza y la bondad para continuar el camino. Por mi parte yo solo tenía lo que era: esa mi gran riqueza, era mi propio dolor y soledad, pero a la vez un triunfo en mi búsqueda personal. Cada vez más ajeno a la humanidad, abrí la puerta a la bella e

La Inmortalidad

Tomar un café, un jugo de naranja viendo el atardecer, el sol luminoso en las alturas. A la sazón de una buena charla, entre líneas de una novela o, simplemente, en espera del anochecer.  Creer o no creer en la mística religiosidad de premios y castigos, distanciarse camino de reflexiones más técnicas o intuitivas; sentir las pinceladas de la transfiguración que acierta a Dios en la belleza natural, en la energía del cosmos, como un mar infinito que lo alberga todo. En la noche, el sol descansa dando paso a la trasnochadora luna. Nos recuerda que en verdad morimos muchas veces durante una misma vida, que el cuerpo físico es tan solo células que van naciendo mientras desechamos otras ya obsoletas y, así, pasamos de infantes a niños, luego púberes. Y morimos de nuevo abandonando el viejo cuerpo para ser adolescentes camino de hacernos jóvenes adultos. Al final, agotados por el ciclo de transmutaciones  la senectud nos lleva hacia el descanso.  Sin embargo, maravillosamente la concienc