Disfrutar de una buena comida, distraerse al salir de compras; practicar un deporte o un juego divertido. Comer un plátano o banana, un rico helado recubierto de chocolate; escuchar tu canción favorita, dibujar. Reír, leer un buen artículo, o un entretenido libro o revista; pintar, cantar, correr y disfrutar la vida.
Esa emoción, alegría y sensación de bienestar, que nos genera algunas actividades tan cotidianas; es resultado del trabajo meticuloso de nuestro cerebro y tres de sus “agentes” conocidos como: Dopamina, Serotonina, y Endorfina.
Estos neurotransmisores u hormonas son los responsables de buena parte de nuestra felicidad y el desequilibrio de cualquiera de ella, puede afectarnos psicológicamente.
La Dopamina está asociada al gozo y el refuerzo positivo, es la encargada de enviar una descarga de motivación e impulsarnos a actuar; a gozar la vida, a sobrellevar cualquier golpe físico o emocional. A la vez que nos hace sociables.
La Serotonina, por ejemplo, controla el enfado, la agresión; la temperatura corporal, el sueño, el humor; la sexualidad y el apetito. De ahí, que algunos antidepresivos, actúen directamente sobre los niveles de esta hormona en el cuerpo.
De otro lado están las endorfinas, quienes recompensan los estímulos benéficos para la salud; el bienestar y la armonía. Entre ellos: amor, sexo, alimentación. De algún modo, se encargan de la creación de lazos afectivos, como también de la risa y el disfrute de la naturaleza.
Estas hormonas de la felicidad, son el puente entre sentimientos, pensamientos y cuerpo; son producidas naturalmente por el organismo y nos permiten disfrutar de las pequeñas cosas de la vida: la risa, el humor, la paz y tranquilidad.
Más importante aun, su nivel de producción depende de nosotros mismos y nuestra voluntad de ser felices.
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