Sea por cuidar la privacidad, la situación económica, por infidelidades o agresiones; es un hecho que el divorcio ya no sorprende a casi nadie. Cada vez más parejas optan por esta opción, tanto que a nivel mundial más de un 60% de los matrimonios elige esta vía antes de los cinco años. Pero el elevado número de separaciones trae consigo una situación, que hasta hace algunos años era excepcional, pero que cada día es más común: hijos de padres separados.
Generalmente, los padres no sabrán como afrontar este escenario, bien por sus propias desavenencias o por el impacto emocional de la ruptura en si misma.
Sin embargo, es claro, que las consecuencias para el niño, están más asociadas a los desacuerdos previos y posteriores a la separación; como también al papel, que como adultos, imponen al menor.
De igual manera influye la propia edad y madurez del menor, que condicionara la forma como afrontará la separación de sus padres y su posterior desarrollo emocional.
Algunas posibles reacciones de un niño en hogares “bipartidos” pueden ser: ansiedad proveniente de la separación, miedo e inseguridad; llanto frecuente, deseo de reunir nuevamente a la familia; tristeza, rebeldía, idealización de uno de los padres; hasta trastornos de alimentación y del sueño.
Pero finalmente, el niño terminará por aceptar y asumir el nuevo contexto familiar. Es importante como padres ser comprensivos y entender la problemática del niño durante el proceso de asimilación.
En algún momento el niño puede sentir culpabilidad por la separación o la mala relación entre sus padres, lo cual puede llevar a estados depresivos; bajo rendimiento escolar, regresión a edades menores, o hipermadurez (A veces positiva, pero la cual debe ser vigilada muy de cerca por los padres)
Aspectos claves para recalcar al niño:
Retroalimentarse respecto de sus sentimientos y expectativas, recalcar que la separación fue una decisión exclusiva de los padres; enfatizar que la misma fue la opción más acertada para los componentes de la familia, incluido el menor. Explicar al niño cuantas personas se ocupan y propenden por su bienestar (abuelos, tíos, amigos, docentes…), ratificarle que no será abandonado, ni afrontará la vida solo; demostrarle cariño, y disposición por parte de ambos padres. Explicar que la situación vivida por ellos, no necesariamente le ocurrirá a él y hacerle sentir la confianza de amar y ser amado.
Es sustancial para un niño de un hogar “bipartido”, saberse importante para ambos padres, y disfrutar de tiempo valioso junto a los dos; sentirse tenido en cuenta y escuchado.
Sin pretenderlo algunos padres pueden caer en la sobreprotección o en una lucha, por merecer un porcentaje mayor del afecto de su hijo, sea por pena o por compensación. Este es un gran error. Por el contrario el niño debe ser tratado de manera adecuada para su edad, de lo contrario podría desarrollar una personalidad inmadura.
Todos los seres humanos tenemos virtudes o peros, sin embargo, es importante que ambos muestren al niño, una visión realista del otro progenitor. Es preferible que los días de visita, no se colmen de excesivas recompensas al niño, sino que por el contrario se le escuche; se compartan sus expectativas, se muestre interés por sus asuntos escolares y por las actividades que para él son relevantes.
Algunos de los puntos más conflictivos para un niño en un “hogar bipartido” suelen ser el económico, y las nuevas relaciones sentimentales. Jamás intente poner a su hijo de su parte, como tampoco dejarlo de lado, haciéndole sentir que hay asuntos más “importantes” que él. De tiempo al menor para aceptar su nuevo entorno, relaciones, amigos y nuevos vínculos familiares.
Es un hecho que en ocasiones los niños están mejor teniendo dos hogares funcionales, que uno desdichado; es necesario evitar filtrar las diferencias a través de ellos. El divorcio no necesariamente acarrea inconvenientes emocionales en los hijos, generalmente, estos casos de perturbación emocional en los menores, provienen de otras fuentes como: los propios traumas de uno de los padres o de la mala orientación, y contradicciones por parte de uno o ambos.
Debemos entender que los niños son menos frágiles de lo que pensamos, y aceptan la realidad incluso con más facilidad que algunos adultos, con todo el dolor que esto genere. Sin embargo, asimilan con dificultad la incertidumbre, la duda, y las mentiras.
La realidad, aun siendo penosa, si bien causa tristeza, fortalece y da confianza y seguridad al niño.
El amor de un padre se basa en respeto, conocimiento, orientación, límites y responsabilidad. Es importante que el menor desarrolle un sentido de admiración hacia sus padres; pero no podemos adjudicar al otro atributos que no tiene, el niño tendrá que entender que sus progenitores son seres humanos con defectos como todos. Esto le ayudara a tener un criterio realista cuando se enfrente a la sociedad y las diversas relaciones dentro de ella.
Germán Camacho López
Germán Camacho López
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