La
motivación es el proceso mediante el cual nos encaminamos hacia una determinada
actividad, que propende la satisfacción como recompensa procedente de realizar dicho
acto; es decir, el hecho en sí mismo, más allá del resultado. Es esta motivación,
lo que nos impulsa en muchas ocasiones en dirección de determinadas tareas o
actividades, incluso, cuando no existe una evidente compensación en ellas; como
podría ser el dinero o el reconocimiento.
Simplemente,
nos avocamos a ellas ondeando la bandera de la curiosidad, la creatividad o el
reto personal.
Los
seres humanos solemos dirigir la atención hacia aquello que sobresale y llama
nuestra atención, ya sea por su belleza, particularidad o extrañeza. En nuestro
cerebro esto genera un estimulo, que de inmediato es asociado con experiencias
previas; en procura de encajar la nueva información del objeto o situación presentada.
Sin embargo, existen eventos que escapan por completo a nuestra racionalidad:
ver aterrizar una nave espacial, o toparse con un animal completamente
desconocido, genera en un inicio un conflicto de asimilación provisto de una
alta carga de incertidumbre y curiosidad.
En
algunos casos intentaremos asimilar este contexto desde la modificación de
nuestras creencias y conceptos, para facilitar la aceptación de la información recibida. Muy probablemente el estimulo que nos lleve
en esa dirección sea la apertura consiente o no hacia la novedad que emerge
ante nuestros ojos y, por supuesto, la curiosidad, como una necesidad innata de
adquirir conocimiento y vivir nuevas experiencias. La curiosidad está inscrita
en los genes humanos, es algo que busca y procura a lo largo de su existencia
en el afán de aprender y crecer, de lo contrario, la vida se tornaría monótona y
aburrida, llegando en algunos casos al hastío y la ansiedad.
La
curiosidad está presente en múltiples situaciones de nuestra vida cotidiana,
desde la forma en que divagamos entre canales de televisión, internet y
smartphones, hasta la manera en que nos
sumergimos en las líneas de un libro o en una amena conversación con otros. Somos
como maquinas curiosas, ávidas de aprenderlo todo.
Es
nuestra naturaleza ser curiosos, pero algunos lo son en mayor medida que otros
y, no todas las personas están dispuestas a experimentar aquellas novedades que
les generan curiosidad.
¿Cuántas
veces al mirar por la ventana hemos visto aves de bello plumaje revolotear
entre arboles, y este simple acto ha llamado fuertemente nuestra atención? O ¿En
los días de tormenta nos hemos visto tentados a salir y retar las fuerzas de la
naturaleza?
El
conocimiento de dichas fuerzas fomenta nuestra curiosidad y en algunos casos es
el impulso, para ampliar el conocimiento respecto de ellas. Es de esa forma
como nos relacionamos con el entorno, con las personas, con los fenómenos naturales
que nos rodean. Así aprendemos la forma en que todo se entreteje y nosotros
mismos formamos parte de ello.
La
curiosidad y la búsqueda de nuevas experiencias se correlacionan. Cuanto mayor
sea tu disposición de buscar nuevas aventuras, más probabilidades tendrás de seguir
encontrando aquello que suscite tu curiosidad y de ese modo seguir enriqueciendo
tu vida. Entonces te darás cuenta de la maravilla que vive y palpita a tu
alrededor; cada cosa por pequeña que parezca te generará emoción y expectativa
y lo que en principio parecía no estar ahí, de pronto empezará a emerger ante
tus ojos. ¡Date la oportunidad de curiosear en el mundo que se extiende frente
a ti!
Germán Camacho López
Germán Camacho López
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