No hagas Dios a tu miedo, toma distancia de aquello que ofrezca temor, castigo, sometimiento y sacrificio. Eres un alma única y eterna. Si lo piensas por un instante comprenderás cuan lógico resulta: como en la naturaleza lo que llamas “muerte” sucede a la vida, del mismo modo la vida sucede a la muerte. Puesto que algo no nace de la nada, si partir de este plano material fuera el final, entonces no existiría lo que ves a tu alrededor, eso que llamas “muerte” lo habría absorbido todo. Solo debes recordar tu verdadera esencia. Toma distancia de toda filosofía que te invite a sufrir, a señalar, a ser inflexible con tu ser. Eso no es más que el imperio de la manipulación. No hay pecado en ser feliz, en divertirse, en vivir tu sexualidad, en aprender nuevas experiencias; en todo ello habita la espiritualidad. Tu libre albedrío. Sigue avanzando hasta aprender a ser feliz.
Por lo demás, en lo inevitable de la “muerte”, no hay dolor, ni tristeza, pecado, culpa o vergüenza; solo existe amor. Tu ser espiritual se libera del vehículo llamado cuerpo, una vez concluido el tiempo de su aprendizaje, aquel que el alma decide previamente. Entonces te aventuras en nuevas experiencias, en otras vidas maravillosas y enriquecedoras. Son estos los mejores momentos, cuando el alma desprovista de toda preocupación se recuerda a sí misma, es libre, se eleva ávida de verdad. Reconociendo su naturaleza, la de Dios y el universo como uno mismo. Recorre campos, mares y praderas con los que antes soñaba: contempla cielos, montañas, aves, vientos, nubes; el caer de los copos de nieve y goza del hermoso espectáculo que es lo único que existe: la vida eterna. Se reconoce a sí misma y transita todos sus tiempos, sus viajes al plano material. Reconoce a sus seres queridos, almas gemelas, compañeros, almas viajeras y nuevos amigos. Recuerda, incluso, los lugares, eventos y razones por las cuales quiso que sucedieran las cosas. Porque es ese su libre albedrío.
Inquiere las razones del dolor y la violencia, sabiendo que la renuncia del odio, la ira, el miedo y el orgullo; tienen el valor de transformarlo todo. Se influye de amor y respeto por toda criatura, apreciando la belleza y dignidad de la obra universal; entendiendo que todos provenimos de la misma sustancia divina. Que el amor es la energía maravillosa que conecta todo componente esencial de la naturaleza.
Entonces el alma aprende a perdonar y perdonarse, a practicar la bondad y las buenas acciones, a desterrar la rabia, la codicia, el ego y la falsa vanidad. Incluso, si en su cuerpo físico fue aquello que más despreciaba. Esto porque es su libre albedrío.
Cuando recuerdes esto podrás transformar tu cuerpo, mente y alma; superando los males crónicos de la enfermedad, la tristeza, la soledad, el abandono, la codicia. Nada de esto necesitas, pero si tus actos, aprendizaje y crecimiento que llevarás a lo largo de tu existencia como el alma eterna que eres.
Germán Camacho López
Por lo demás, en lo inevitable de la “muerte”, no hay dolor, ni tristeza, pecado, culpa o vergüenza; solo existe amor. Tu ser espiritual se libera del vehículo llamado cuerpo, una vez concluido el tiempo de su aprendizaje, aquel que el alma decide previamente. Entonces te aventuras en nuevas experiencias, en otras vidas maravillosas y enriquecedoras. Son estos los mejores momentos, cuando el alma desprovista de toda preocupación se recuerda a sí misma, es libre, se eleva ávida de verdad. Reconociendo su naturaleza, la de Dios y el universo como uno mismo. Recorre campos, mares y praderas con los que antes soñaba: contempla cielos, montañas, aves, vientos, nubes; el caer de los copos de nieve y goza del hermoso espectáculo que es lo único que existe: la vida eterna. Se reconoce a sí misma y transita todos sus tiempos, sus viajes al plano material. Reconoce a sus seres queridos, almas gemelas, compañeros, almas viajeras y nuevos amigos. Recuerda, incluso, los lugares, eventos y razones por las cuales quiso que sucedieran las cosas. Porque es ese su libre albedrío.
Inquiere las razones del dolor y la violencia, sabiendo que la renuncia del odio, la ira, el miedo y el orgullo; tienen el valor de transformarlo todo. Se influye de amor y respeto por toda criatura, apreciando la belleza y dignidad de la obra universal; entendiendo que todos provenimos de la misma sustancia divina. Que el amor es la energía maravillosa que conecta todo componente esencial de la naturaleza.
Entonces el alma aprende a perdonar y perdonarse, a practicar la bondad y las buenas acciones, a desterrar la rabia, la codicia, el ego y la falsa vanidad. Incluso, si en su cuerpo físico fue aquello que más despreciaba. Esto porque es su libre albedrío.
Cuando recuerdes esto podrás transformar tu cuerpo, mente y alma; superando los males crónicos de la enfermedad, la tristeza, la soledad, el abandono, la codicia. Nada de esto necesitas, pero si tus actos, aprendizaje y crecimiento que llevarás a lo largo de tu existencia como el alma eterna que eres.
Germán Camacho López
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