El juego se llama monopolio y
el sistema lo controla, en los bordes de la tabla cual insectos se aglutinan
los excluidos; levantan las manos intentando ver lo que sucede arriba. Ahí, donde
se erigen castillos de mentiras, laboriosa obra del totalitarismo; castillitos
de burgueses. Entretanto, en las bolsas de valores se determina el precio de alimentos, a la par de la muerte de inocentes.
Ahí van marchando, dando vueltas los marginados sumidos en una profunda quimera.
El sistema no solo especula con los precios, especula con la vida. En lo alto danzan
y danzan, defendiendo vacías democracias, aquellos que nunca han tenido el estómago
vacío; promueven guerras desde el estatu quo que han erigido como sillón de su
sala. Recusan la miseria que les rodea y luego se asombran de la violencia que atañe
a la sociedad excluida.
Oh, si un día, esos desesperados
alcanzan la superficie del tablero, se apoderan de las fichas y hacen reinar el
superlativo caos. Acaso ¿alguien ha de sorprenderse? Cuando el miserable pueblo
corone el centro del juego y, exclame: ¡el sistema ha sido contenido,
trasformado, excluido!
Insigne hora cuando el monstruo
cae.
Germán Camacho López
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