La paz es un anhelo colectivo y a la vez una
gran utopía que responde a causas objetivas, subjetivas, sociales y culturales.
No puede haber paz sin reconocimiento del otro, sin distingo de condición
étnica, socioeconómica, sexual, religiosa, de género, política, cultural, incluso,
de especie como lo expresó Tolstói en su momento: “Mientras continúe habiendo
mataderos, habrá campos de batalla” cabe preguntar ¿Qué es la paz desde nuestra
propia interpretación moral?, ¿Estamos listos para una paz sustancial e
inclusiva?
Existen múltiples fisuras generadas por décadas,
casi insalvables en el ideario común. Sustentadas por intereses de quienes
propugnan el poder político y económico. Quizá la paz utópica que buscamos no
existe, ni esa revolución por los derechos ciudadanos. Es inviable desligar tales
estructuras de poder, aún en la firma de acuerdos de retracciones bélicas. Desde
épocas de Jesús, Mahoma, Buda o Confucio, la paz se muestra ajena a la
naturaleza humana.
Tal vez, el error radique en que creer que
fuimos elegidos por una especie de súper extraterrestre quien lo dirige todo y,
no en un dios sin forma humana que rige las leyes del universo y las aplica con
imparcialidad para todo lo existente.
La paz probablemente comienza cuando sacas al
animal de tu plato, cuando asistes a un desamparado en la calle, sin esperar
ninguna retribución por ello. Cuando comprendes que el valor intrínseco de tu
moralidad es ayudar a otros. Al exigir cambios
en el sistema sin dejar que otros tomen el riesgo de hacerlo por ti. Crees que
existe solo una guerra bélica, pero a diario se agita una guerra contra
animales, medio ambiente, minorías, pobres, indefensos, quienes lucen
diferente; contra todos y todo lo que no se asimile a lo que el establishment te ha dicho que es
normal, bueno o aceptable.
¿Realmente estas preparado para la paz? Para desistir
del capitalismo salvaje, dejar tu automóvil que destruye el aire, tus aparatos
tecnológicos; asistir con tu salario a los desamparados; ver a las mujeres como semejantes y, no como símbolos sexuales. Defender
los derechos de las minorías étnicas, religiosas, los homosexuales, discapacitados,
extranjeros, animales. Correr al campo de batalla y ponerte en medio de los
enemigos, para conseguir que se fundan en un abrazo fraterno. Dejar de usar productos embotellados,
enlatados, y procesados de toda índole. Dar a tus a padres, pareja, hermanos y amigos
tu tiempo, tus palabras, tu afecto sin esperar nada a cambio.
Si, las utopías existen. Solo debes renunciar al
dañar a otros, y estimar el inalienable derecho de ser ellos mismos. Respetarlos,
aceptarlos y amarlos; verte reflejado en sus ojos, compartir su risa, enjugar
su llanto. Entonces habrás encontrado la
paz que tanto anhelas.
Germán Camacho López
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