Cuando me hice
vegano…
Fue una
tarde cuando vi a una bellísima madre mugiendo para llamar a su cría. Como un
interruptor algo se activó en mi cabeza, me di cuenta en ese instante que emprendería
un camino totalmente desconocido: yo mismo era el primer vegano que conocía.
Lo primero
fue valerme del internet para averiguar en qué consistía la alimentación vegana,
y empecé a darme cuenta del horror que emergía con cada nueva consulta: toda la
sociedad humana se instituía sobre la crueldad hacia los animales, ya no era
solo asunto de alimentación.
Mi ropa,
productos de aseo, colonias, detergentes, incluso, el alimento de mi mascota…todo
estaba asociado a la tortura y muerte de un animal. En principio me sentí agobiado,
¡cómo pude haber ignorado esto por tanto tiempo!
Así
me despedí de todo tipo de carnes, lácteos,
huevos, miel; algunos de ellos mis alimentos preferidos. Una semana después ya
me sentía todo un vegano, pero el camino era más serpenteado de lo que creía:
Debía
pasar largos minutos leyendo cada etiqueta de supermercado, para no ingerir por
error algún pobre inocente; además sin ser un entusiasta de la cocina, tendría que
preparar la mayoría de veces mis propios alimentos. Respecto de mi ropa (cómo
un homenaje a las victimas) terminé por desgastar zapatos, correas…entre otros,
para luego renovar mi guardarropa con artículos sintéticos.
Un mes
después de ires y venires me sentía más decidido que nunca; aunque había rebajado
unos kilos en el proceso, notorios en una persona delgada como yo. Aun así mi mente parecía más abierta y sentía una
vitalidad renovada.
Dos
meses después era un firme creyente de la decisión tomada. Mi pareja fue un
gran apoyo durante esta transición, ella misma al notar mi entusiasmo y evidentes
beneficios optó cambiar sus hábitos (Hoy, es vegetariana)
Aunque reconozco que, a veces, nos sentíamos
solos; puesto que nadie más en nuestro entorno lo era.
Seis meses después mi veganismo parecía
conducirme por un camino (si bien siempre he sido respetuoso de las
diferencias) de tolerancia, respeto e igualdad no solo hacia los animales; sino
también a las personas.
¡Vaya!
Así que el veganismo también era un sendero de conocimiento y
crecimiento personal.
Mis razones
éticas no tenían duda sobre la decisión tomada, todo lo que llegaba era valor
agregado. Las pequeñas cosas que anhelaba empezaron a equilibrarse, ya no me sentía
parte de un sistema de explotación y abuso a los demás.
Internet
debo reconocer fue de máxima utilidad, no solo encontraba información de todo
tipo; sino que más allá de la pantalla había todo un mundo de personas que
pensaban igual que yo, quienes parecían tener ideas maravillosas con las que convergía
por completo.
No tardé
en encontrar mi lugar; a la par de restaurantes y sitios de comidas rápidas
veganas. Ahora también era todo un experto en la cocción de frijoles, lentejas,
y todo tipo de legumbres, mi paladar se habituaba con placer a comidas que no
probaba habitualmente y cada una de ellas era como una explosión de sabores
nuevos y únicos.
Era increíble el éxito que acertaba
en mi decisión. Era un triunfo en mis hábitos alimenticios que modificó por
completo mi forma de vida.
Empecé
a ver lo mejor en mí y en las valiosas personas que colgando una simple frase
en la web, parecían estar conectadas desde siempre conmigo.
La
verdad que me habían inculcado desde chico, fue puesta a prueba y se saturó de contradicciones:
vi el mundo de otra manera.
Informándome
de asuntos que realmente me eran relevantes, me liberé de dogmas y viejos
paradigmas.
Hoy, puedo afirmar del veganismo que
es una de las mejores decisiones que he tomado, y cada día intento que ese obsequio
de vida llegue también a otros.
Soy Germán Camacho López. Soy Vegano.
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