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El fanático

Estamos rodeados de fanáticos de todo tipo: religiosos, políticos, de algún deporte, ideología, sistema económico, cultural, y hasta del entretenimiento. La mayoría de personas padecen algún fanatismo crónico, apasionado y pertinaz en sus creencias. Algunos de ellos llegan al punto de cometer atrocidades. Estos sistemas de creencias enfermizos conducen a la intolerancia y el rechazo hacia quienes lucen o piensan distinto. Los fanáticos tienen una concepción torcida de los valores, son como animales de optimizadas granjas edificadas por la política, la economía, la religión y los medios de comunicación. La manipulación ideológica aparece desde que somos niños, imposiciones de creencias que se transmiten de generación en generación. Las personas no necesitan estamentos políticos, religiosos ni económicos para ser buenos ciudadanos, pero sí: valores, entereza, respeto por la vida; por las diferencias, sentido común, liderazgo. El fanatismo está colmado de falsedades ideológicas, y de tales creencias sin fundamento puede derivar cualquier cosa. El fanático adhiere a una causa con apasionamiento, desligándose de la razón. Sus opiniones difícilmente pueden ser cuestionadas, dado que las creencias arraigadas de esa persona no lo permiten. El fanático es alguien atrapado en la ansiedad de estar seguro de algo de lo cual se siente inseguro. Quizá por un intento de escapar de la soledad, o por el deseo de establecer vínculos con otras personas que piensan igual. El fanático teme a la libertad, por eso se aleja de la verdad y el conocimiento, instituyendo un sistema de creencias que lo domine en su propio mundo. El fanatismo trae consigo resultados devastadores no solo para el fanático sino para comunidades enteras. Provocando abusos, conflictos, guerras y desastres. No existen verdades incuestionables, ni dogmas irrebatibles. Ninguna creencia debe ser impuesta ni forzada, la diversidad de pensamiento es una característica humana. El fanatismo solo trae mayor fanatismo y conductas erráticas. Cada individuo debe propender por un sistema de creencias propio, distanciándose de los estándares, concibiendo nuevos paradigmas y tomando el camino contrario al de la “mayoría” Tal libertad de pensamiento es un derecho inalienable. Germán Camacho López

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