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Una niñez llena de gracia

Nací y mi niñez estuvo llena de gracia y colores, del efluvio onírico de aquella ciudad que recorrieron mis pasos, entre diversas influencias de mi entorno musical, político, familiar, religioso, académico y…”la moda”. Me apasioné con el retumbo de la percusión de los hermanos Lebron, Richie Ray, la sonora ponceña, el gran combo, entre otros, tomándome libertades para viajar a la lírica de los Beatles, Elvis Presley, Michael Jackson, Bruce Bruce Springsteen, y de ahí al estridente rock de Guns and Roses, Bon Jovi, Led Zepellin, Aerosmith, o Metallica. Claro sin dejar de lado la vieja trova de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Mercedes Sosa, incluso algunas baladas, rock en español, rap, break dance, house, tropical, merengue y todos esos cha cha chas melódicos, que como en un buen coctel, a veces combinaba con una pizca de Beethoven, Bach y Mozart.
La responsabilidad de mis padres y docentes me formaban e ilustraban sobre la formación política del mundo, entretanto, yo prestaba especial atención al discurso de Kennedy, Perón, Mussolini y hasta el propio Turbay en Colombia. Los medios, por supuesto, en esa época también hacían de las suyas. Pero era, esa, una sociedad especial, y la verdad la política me entusiasmaba mucho menos que la sociedad, la música, y la filosofía. Justamente, esta ultima un factor enriquecedor en mi vida, como Católico que soy y confío seguir siendo, más no fanático religioso, tácitamente, muy alejado de serlo. Por ello, tal vez, me adentré en la lectura de la Biblia, el Bhagavad Gita,  conocí la Gnosis, a los Hare Krishnas, un poco el Budismo, e infortunadamente casi nada del Islam. También leí a Platón, Dante, Ghandi, Nietzsche, Martin Lutero, Marx, Engels, Séneca, Descartes, y algunos textos adjudicados a Jesucristo; junto con otra maravillosa literatura que llegaba a mis manos, como los pequeños libros de bolsillo de mi padre con aventuras de vaqueros.
Creo que mi gusto pertinaz por la sociedad empezó a desarrollarse en esas épocas, la fascinación con la especie humana y sus contradicciones, que germinó desde mi propio hogar y sus matices multicolores, y se reforzó en la época estudiantil, de la cual aún conservo, valiosas enseñanzas y amistades.
Así transcurrieron los días, la concertina vital que llaman vida. La censura y el halago, el consenso y la critica, las matemáticas, el ajedrez; la biología, el quiz, el test de Cooper, la coca cola con pan, el arroz con tomate, el yogurth de melocotón. Las patitas de cerdo, cuyo olor todavía me remueve el estomago. El salón de clases, el director, los juegos, las bromas; el uniforme viejo y desteñido. El gusto por las mañanas, las protestas populares, el aumento de la gasolina. King Kong y Godzilla, Tarzán, Kalimán, el Chavo del ocho. Mazinger Z, Saul en la olla, Concéntrese y el tesoro del saber. ¿Cómo podían caber tantas cosas en un día?
La sonrisa, el abrazo de mamá y el recuerdo perenne de mi padre. La gran caja de televisión, el teléfono naranja de pulso, los pantalones a cuadros, el tiburón de gotcha, los zapatos croydon.
Era un mundo idóneo, el mejor de todos, con programas de televisión y radio exquisitos; con hippies, salseros, metaleros, románticos, bohemios. Una nube multicolor de excéntrica diversidad, pero de calidad innegable. Donde no existían estereotipos (la gente era lo que era) gordos, flacos, altos, chaparros, negros, blancos, amarillos, feos y bonitos; cuyas preocupaciones iban mas allá de las vanidades sociales y la silicona. Un mundo sin autoimposiciones ni complejidades, con amenas fiestas de vecinos, y el mercado móvil los Domingos.
Un lugar exclusivo donde aprender y enriquecerse de conocimiento, ese mismo que un día transmitiríamos a nuestros hijos.
Puede que muchas cosas hayan cambiado, puede intentar regularse todo, y buscar que el sistema social aplaste cualquier pensamiento contrario a sus estándares. Sin embargo, esa sociedad que un día me formó siempre será libre.
Bendito sea Dios, mi familia y mis amigos y toda forma de inteligencia que habita el universo.

Germán Camacho López

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