Dadas las particularidades de la política Colombiana
con sus logros y desaciertos, y tomando como muestra un grupo de individuos potenciales
electores, es posible evaluar la motivación e indicadores de objeción, al aplicar puntos de vista contradictores y
sincrónicos.
Alcanzar un correcto uso de los valores sociales, es
un proceso afectado por la necesidad misma del estado de animo en su afectación
natural, producto de variables externas. Basta ingresar en cualquier red
social, para observar cómo aparentes trivialidades se sustentan como pilares de
vida. Se intentan usar como mecanismos de defensa que oculten la vergüenza, el
temor, la culpa, el fracaso, las adicciones. Aplicar un mecanismo de coacción o
por el contrario de incentivo verbal da pie a respuestas disímiles, en
desiguales individuos. Sin embargo, la
respuesta no es consecuencia del azar, sino de sincronías respecto de las
creencias y necesidades del sujeto, quien
magnifica los eventos, en este caso concreto, políticos.
La visión errónea de nuestros propios sentimientos, y
la no aceptación de los desaciertos, como mecanismo de defensa; genera un
efecto de resistencia, un ajuste de la realidad que arrastra consigo la quimera
de una sensitiva sensación de éxito.
En política, los gobernantes lo usan con todo el
lábaro de los medios de comunicación, por ejemplo, Uribe y la fecundación del
miedo por la erróneamente llamada “guerrilla” y el enaltecimiento de su propio
ser como única vía de solución para deponer ese temor.
A propósito de esto y en relación con lo que llamamos
verdad, si esta no es fiable al 100%, se puede aplicar el principio de las 3
puertas de Sócrates:
El joven
discípulo agitado llega a casa de Sócrates y anuncia:
-Maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti!!!
-Espera, interrumpió el filósofo. ¿Ya hiciste pasar por las
tres puertas lo que vas a contarme?
-¿Que tres puertas maestro?
-Sí, la primera es la verdad ¿Estás seguro que es cierto lo
que vas a decirme?
-No.... yo solo lo oí comentar a unos vecinos.
-No.... yo solo lo oí comentar a unos vecinos.
-Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda puerta, la
bondad. Lo que quieres decirme ¿es bueno para alguien?
-No.... no todo lo contrario.
-Ahh ya veo, entonces vamos a la última puerta que es la necesidad.
-¿Es necesario que yo sepa lo que quieres contarme?
-No, no es necesario, para nada.
Entonces dijo el filósofo sonriendo:
-Si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, dejémosle en el
olvido.
No obstante, una vez roto el obstáculo de esas puertas sin
las precauciones debidas, la verdad termina por ajustarse al temor propio. Y el
hábito de no “percibir” las señales ocultas tras el mensaje, dota las
decisiones de una verticalidad errónea.
Dentro del grupo “muestra” de individuos, algunos
resultan más sensitivos que otros,
permitiendo la transmisión de la información provista por medio de opiniones,
caricaturas y refutaciones. Tomando esos datos como ciertos, en algunos casos
relevantes, y ponderando su posición u oposición, haciéndola propia y
defendible. La mayoría no detecta fallo y genera una respuesta subconsciente de
rabia o empatía.
Ese fallo básico, se encuentra de igual modo, en la
relación entre el elector y su candidato: Uribe, Santos, Samper, Pastrana, han
hecho pocas aportaciones reales a las necesidades del país, empero, los electores
prefieren disfrutar de lugares comunes, en los cuales se vede manifestar el
fallo, de ese modo se evita la culpa. Algo de la condición: Si no tengo nada
que objetar a mi mismo, puedo seguir obrando de ídem manera. Así, el esfuerzo
por dominarme se transfiere a otro, en este caso al estado, como lo expone Norbert
Elias, en su proceso civilizatorio.
Hace
tiempo me pregunté qué había de verdad en este postulado y para
comprobarlo realicé diversos sencillos ejercicios para determinar la respuesta
respecto de algunas afirmaciones. La conclusión fue un maravilloso
entretejido de contradicciones, que me permitió retirar las capas para ver el
rostro que a veces ocultan las redes, además de un alto porcentaje de temor y
confusión.
Germán Camacho López
Germán Camacho López
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