Nuestra existencia ha de definirse por la oportunidad de aprender, crecer y ser mejores cada día. Por aprovechar cada instante que invita a sonreír, incluso, en el sinrazón que la sociedad erige. La razón es la mayor ventaja adaptativa, pero también la premisa para adaptar el mundo a nuestros propios paradigmas. Y la felicidad en este mundo es tan solo una medida propia, es la vida misma, la razón para instaurar una aventura nueva a cada instante. Para vibrar en la frecuencia de un profundo amor que, ilumine nuestro camino y el de otros. Ha de ser nuestra existencia un agradecer diario, atentos al descubrir del sol tras las nubes y la luna danzando entre estrellas. El ocuparnos de envejecer, sabiamente, para trascender a un nuevo plano, en plena conciencia de nuestro paso por el mundo. Ser la voz de quienes nunca hablaron, la sonrisa de quien vivió en el llanto, el rubor en las mejillas, la luz en la mirada; el futuro de quienes se aferraron al pasado. Sin agobiarnos en la espera...