Hablar es un arte milenario, necesario y reverencial; es
parte esencial del desarrollo humano. Es la destreza de hacer reír, llorar y
reflexionar al otro. La oficina, la universidad, el colegio, la plaza, o la
sala de televisión son, hoy, el tertuliadero ideal, sea este virtual o real; lo
importante es dar un plus a la evolución y seguir hablando un poco más a la
sazón de un tinto, una seven up o un vive 100.
Empero, acudiendo a
Confucio (ese mismo que ahora muchos conocen como el Chino-Japonés, inventor de
la confusión) Tres faltas se pueden cometer en detrimento del saber: hablar
cuando no se debe; no hablar cuando se debe, y hablar sin mirar la respuesta
del rostro interlocutor. Por supuesto, inmersos en el siglo de la tecnología,
el arte de hablar nos libera de cualquiera de estos grilletes. Al fin de
cuentas son cosas de evolución.
Germán Camacho López
Germán Camacho López
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